miércoles, 29 de abril de 2015

Ética y Deontología profesional en Educación (Caso WhatsApp)

Si hay algo de lo que estoy orgullosa, es de las clases de ética y deontología profesional que me dieron en el Ciclo de Educación Infantil y que solo se imparte en unos pocos centros educativos.
No es que tratáramos grandes temas, porque una pequeñisima parte del contenido que nos ofrecían el resto de materias era precisamente la protección de datos del menor y la discreción. Es una lástima que en el 90% de los centros y universidades este tema no se toque, apenas se menciona y pasa muy desapercibido. Y luego pasa lo que pasa, que los profesores se juntan en un grupo y sale información que no debería.

El derecho del menor.

Todo alumno o alumna, indistintamente de la edad, tiene derecho a que se guarde su intimadad dentro y fuera de la escuela. Cuando digo intimidad me refiero a los datos importantes -que incluye nombre, edad y datos familiares- que suceden dentro de la escuela como los que ocurren fuera -en el ámbito familiar- del aula.

Es inevitable que una educadora o una maestra haga un comentario de X niño por alguna razón, bien sea para pedir ayuda por una situación, consejo o simplemente para comentar una anécdota simpática de las que te alegran el día. Desde luego una cosa es esa y otra muy diferente dar datos del menor -como nombres-, insultos o referirse a los padres en términos poco adecuados, que no es ético por varias razones: nunca sabes quien te puede estar ecuchando/leyendo, es irrespetuoso y muy poco profesional.

Todos los menores, sean mejores o peores, tienen el derecho a la protección de sus datos, a que se les respete y a tenerlos en consideración. Por otra parte tenemos la protección de datos, que no nos permite sacar datos fuera de nuestra aula.

La ética del profesorado.

Está claro que malos profesionales hay en todas partes, eso es indiscutible. Que hay quien ventila nombres, apellidos y detalles íntimos de los 'clientes' de su 'empresa' a diestro y siniestro, en cualquier rango y en cualquier sector. Hace más de un año una chica me comentaba que había una persona de su familia dedicada a la sanidad que a veces se ponía a ver historiales de la gente conocida y luego lo comentaba.
Pues bueno, como eso, mucho más y en todos sitios.
Nosotras somos las primeras interesadas en velar por la seguridad de los infantes, por ello, fuera de nuestro trabajo - y también dentro- no debemos revelar cosas que puedan poner en evidencia a las familias y sobre todo al profesional.
Por ejemplo, en este blog, se han comentado anécdotas y situaciones de niños y niñas de muchas edades, que no tienen porqué coincidir en sexo y edad y desde luego nunca se han dado nombres reales.

La ética de la familia.

Por supuesto, no podemos olvidarnos de la parte de la familia. En este país tenemos la mala costumbre de pensar como dice el refranero y es que ''cree el ladrón que todos son de su condición'' y al final vamos por ahí con la doble moral. Si existen profesores que hablan mal de sus alumnos, existen familias que hablan mal de los profesores de sus hijos. Ambas situaciones no hacen ningún favor a nadie, y el que siempre está en medio es el niño.
Tanto es perjudicial insultar a un niño o insultar a su familia a la cara o a la espalda, como es perjudicial hablar mal e insultar del profesor delante del niño -especialmente- como a la espalda. La condición de ser humano de hablar antes de pensar o de forma impulsiva nos lleva a a estas situaciones, desagradables para todos.

Cuando estudiaba una profesora nos contaba que en un colegio se había dado un caso especial. La maestra de los niños había sido toxicómana en el pasado. Se rehabilitó y formó una familia, pero entre otras cosas, esa persona fue reconocida por una de las madres del centro y hubo un gran revuelo cuando supieron de su pasado. La profesora fue expulsada del centro a raíz de las protestas de los padres.
¿Eso se puede considerar justo? Para mi es casi tan grave como que unos profesores digan que la madre de fulanito es una fulana, o que tal y cual niño son unos guarros.

Recuperar los valores que se han perdido.

Lo cierto es que la sociedad cada día tiene menos valores y menos principios. Cada vez se miran más el ombligo y creemos que somos el centro del universo cuando somos siquiera una millonésima parte de él. Nada gira a nuestro al rededor y no siempre está por encima nuestra voluntad.
De verdad, es una lástima que los profesionales no tengan una asignatura obligatoria que se llame Ética y Deontología profesional. Debería ser obligatorio desde la secundaria, para poder saber qué cosas debemos o no debemos hacer en nuestro trabajo y luego, aplicarlo a la vida personal de cada uno, en el día a día con nuestra familia y los que nos rodean.

Este tipo de cosas nos ponen un poco en alerta de lo que sucede y lo que no debería ocurrir más. Que no haya grupos de profesores donde unos ponen a parir a otros, o a sus alumnos o a sus familias. Que no haya gente que malmeta en la vida privada de los demás por el puro placer de hacer daño o de cotillear. Pero especialmente un maestro, que trabaja con la materia prima más pura y más bella, que son los niños, esos son los que primero deberían guardar la privacidad con celo y primar el buentrato hacia ellos.


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